Te sigo como les siguen los puntos finales a todas las frases suicidas que buscan su fin.

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jueves, 23 de septiembre de 2010

Se enfrio la milanesa :P


Si hay algo que puedo decir de Paula es que se fija mucho en los detalles, así que no me explico cómo puede ser que no haya sospechado de Fernando, que resultó ser un experto vendedor de humo.
Este chico la había agregado a Facebook hacía algunas semanas y Paula moría de amor por él, que tenía un pelo perfecto, un físico que parecía producto de años de deporte y dieta balanceada y un guardarropas propio de un actor con onda. De haber tenido la posibilidad de olerlo, estaba segura de que su aroma sería el de una fragancia importada, como esas que se promocionan con afiches de  hombres recién salidos del mar, acariciados por el sol y la sal. Después de dos semanas de soñar con conocerlo, él finalmente la invitó a salir y ella aceptó feliz.
Mientras esperaba el ascensor, se imaginó la cita. Un restó muy top donde la media luz y la música étnica propicia el acercamiento, muchas miradas, dejarse envolver por la voz aterciopelada que seguramente tendría Fernando y embriagarse con su perfume a medida que la conversación avanza y se vuelve cada vez más interesante. ¿El final? Un 
beso ardiente y la promesa de futuros encuentros.
Pero ni bien abrió la puerta del edificio, Paula se encontró con una sorpresa. Fernando era un peso pluma y tenía el pelo bañado en gel berreta y apestoso. Además, resultó que esa foto que para ella correspondía al viaje de egresados en 1990 era en verdad una imagen actual, porque el hombre parado frente a ella tenía puestos los mismos jeans 
llenos de agujeros, la camisa a cuadros verde y roja y esos espantosos zapatos con hebillas que el personaje de la imagen.
“¡Hola divinaaaaaa! ¡Por fin te conozco! ¡Estás re guachiguau! Y ¡ojo al piojo que yo estoy hecho un demonioooooo! ¿Vamos a comer unas hamburguesas?”, exclamó agitando los brazos, con voz de pito y un tono nasal que taladraba los oídos.
En ese instante, Paula se dio cuenta de que ese impresentable, que tan minuciosamente había diseñado su perfil online, no le gustaba en lo más mínimo. Inventó un repentino dolor de panza y en media hora ya estaba en pijama, sintiéndose una tonta por haberse dejado llevar por un par de fotos elegidas estratégicamente.
¿Qué había pasado con su galán hot? ¿Por qué la historia que prometía ser tan candente había terminado con tamaño baldazo de agua helada? ¿Será que en la imagen del paquete todas las milanesas de soja son irresistibles y sólo sabemos si son ricas al probarlas, bien calentitas y recién salidas del horno? Y hablando de eso, no dejen de hacer esta receta, que, a diferencia de Fernando, es todo lo tentadora que parece.
Este chico la había agregado a Facebook hacía algunas semanas y Paula moría de amor por él, que tenía un pelo perfecto, un físico que parecía producto de años de deporte y dieta balanceada y un guardarropas propio de un actor con onda. De haber tenido la posibilidad de olerlo, estaba segura de que su aroma sería el de una fragancia importada, como esas que se promocionan con afiches de  hombres recién salidos del mar, acariciados por el sol y la sal. Después de dos semanas de soñar con conocerlo, él finalmente la invitó a salir y ella aceptó feliz.
Mientras esperaba el ascensor, se imaginó la cita. Un restó muy top donde la media luz y la música étnica propicia el acercamiento, muchas miradas, dejarse envolver por la voz aterciopelada que seguramente tendría Fernando y embriagarse con su perfume a medida que la conversación avanza y se vuelve cada vez más interesante. ¿El final? Un beso ardiente y la promesa de futuros encuentros.
Pero ni bien abrió la puerta del edificio, Paula se encontró con una sorpresa. Fernando era un peso pluma y tenía el pelo bañado en gel berreta y apestoso. Además, resultó que esa foto que para ella correspondía al viaje de egresados en 1990 era en verdad una imagen actual, porque el hombre parado frente a ella tenía puestos los mismos jeans llenos de agujeros, la camisa a cuadros verde y roja y esos espantosos zapatos con hebillas que el personaje de la imagen.
“¡Hola divinaaaaaa! ¡Por fin te conozco! ¡Estás re guachiguau! Y ¡ojo al piojo que yo estoy hecho un demonioooooo! ¿Vamos a comer unas hamburguesas?”, exclamó agitando los brazos, con voz de pito y un tono nasal que taladraba los oídos.
En ese instante, Paula se dio cuenta de que ese impresentable, que tan minuciosamente había diseñado su perfil online, no le gustaba en lo más mínimo. Inventó un repentino dolor de panza y en media hora ya estaba en pijama, sintiéndose una tonta por haberse dejado llevar por un par de fotos elegidas estratégicamente.




Es una GROSA Margarita :D 

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