Ay, chicas, a veces me parece que muchas de ustedes se ocupan demasiado en proyectar un futuro sin siquiera estar seguras de si les convence el presente. Y no me digan que no es así.
Ni bien conocen un muchacho, lo primero que hacen es ver cómo quedan sus nombres junto al apellido de él, imaginar si sus hijos serían lindos y evaluar si tiene un porvenir laboral interesante como para, en un tiempito, sacar un crédito juntos y comprar un PH en Palermo o Almagro, donde el metro cuadrado es más barato pero estás igual muy cerca de todo. Enseguida lo visten de marido, le hacen lugar en la cama y hasta le compran un cepillo de dientes que haga juego con el baño.
Y recién después de planear cuidadosamente cómo se lo van a presentar a mamá empiezan a conocerlo. Y, claro, a veces la realidad no es tan perfecta y vienen las decepciones. Al final, él tiene caspa, está de mal humor a la mañana, no contesta los mensajes de texto y termina siendo... ¡simplemente humano!
¿Cómo termina todo? Ustedes llorando con un balde de papas fritas, un chocolate tamaño biblia y dos litros de gaseosa light, preguntándose por qué "ya no hay hombres". Sus amigas escuchando por enésima vez la misma historia y repitiendo frases trilladísimas como "él no te merece" o "es un tarado, cuando se dé cuenta de que te perdió se va a querer matar". ¿Les suena conocido el episodio? Seguro que sí, ¿o nunca pusieron primera con un tipo y se terminaron dando la cabeza contra la pared sin tener ni idea de qué fue lo que pasó?
Además, entre nos... ¿Para toda la vida? Ay, si no te gusta usar el mismo abrigo dos inviernos seguidos, ¿cómo vas a hacer para bancarte al mismo hombre año tras año?
Mi consejo: vean primero el árbol y recién después el bosque, ¿no les parece?